Hoy me desperté y fue todo muy rápido, como todos los días
laborales. Me vestí ultra rápido y desperté así también a mis
hijos. Lo único que me preocupaba era llegar temprano al colegio para que la
profesora, por enésima vez, no me dijera lo tarde que llegaba mi hijo. Corrí
para ver si faltaba algo más en sus mochilas y subimos a los niños al auto.
Hice oídos sordos cuando mi hijo se enojaba cada vez que lo apuraba y
después cuando llorando de impotencia nos pide que lo escuchemos porque tenía
frío. Me despedí de él y me fui al trabajo con un nudo en la garganta.
No he podido trabajar
tranquila....no me pude quitar la culpa de no haber tenido la voluntad de
escucharlo. No puedo imaginar, a pesar que de los niños no son rencorosos, que
YO su mamá no le ofrecí amparo. Entonces comprendí lo fácil que es para
mí darles amor, besos y abrazos, y lo demasiado difícil que resulta poder
escucharlos, comprenderlos y respetarlos. Me enojo conmigo porque sé que tiene
relación con mi infancia en que no fui escuchada ni comprendida como
realmente necesitaba.
Siento rabia y culpa porque no he
podido cumplir mi deseo de ser una mamá libre, en mi mente y en lo laboral,
para ofrecerles lo que ellos necesitan de mí.